28 de diciembre de 2011

Recuerdos de la infancia.

Recuerdo el primer día que patiné. Papá me llevo a una plaza, me puso mis patines de plástico, una faja en la panza y me ayudó a aprender a patinar. Si llegaba a resbalarme, él tiraba de la soga atada a la faja y yo así podía seguir en pie. Tengo una foto de ese momento. Gracias a papá empecé a patinar a los 5 años de edad. Cuando entré a la escuela, había un taller de patín los miércoles. Mi sonrisa al ir a la clase era increíble. Patinaba sin miedo, feliz y contenta por el patio del colegio. Había incentivado a varias amigas a que empiecen conmigo, así no estaba sola y podíamos divertirnos todas juntas. Ellas empezaron conmigo y amaron el patinaje al instante - a pesar de que no sabían patinar y yo daba vueltas -.
En el año la profesora nos enseñaba a patinar para adelante, para atrás, frenar, a hacer figuras,.. y a mitad de año empezábamos con las coreografías. Nos ordenaban de mayor a menor en una fila, nos agarrábamos de la cintura y empezábamos a patinar de forma cordinada. Siempre estaba la que no patinaba, la que se reía, la que se caía y se volvía a levantar.
En los actos de fín de año, las coreografías las sabíamos de memoria, la canción también. Todas con cola de caballo, gel y brillitos en el pelo. Todas maquilladas como princesas. Todas con shorts de un mismo color y remera lisa. Todas con los patines puestos y el cubre bota blanco. Estabamos preparadas. Listas para dar lo mejor de nosotras frente a todo el colegio, directivos y familiares con cámaras de fotos y videograbadoras. Antes de salir a escena, la "seño" nos decía palabras de apoyo y agradecimientos por haber trabajado tan duro. Con un "las quiero mucho chicas", estaba llegando el momento que todas esperábamos. Teníamos un ritual antes de salir: gritas y desahogarnos los nervios. Como estabamos al lado del gimnasio donde ibamos a patinar, todos nos escuchaban y se enteraban que estaba por empezar. Ahora sí estamos listas. Al ser la más alta, yo dirigía una de las dos filas de chicas. Al entrar al gimnasio se escuchaban aplausos y gritos por todos lados. Empieza el show.
Nos posisionamos y la música arranca. Y en ese momento me descoencto de todo. Ya nada importa, solo divertirme y pasarla bien. Y si se puede, hacer la coreografía lo mejor posible. La profe nos miraba con orgullo mientras patinábamos.
Y entonces es cuando todo el esfuerzo del año valía la pena. Porque me daba cuenta que yo había logrado lo que estaba haciendo, me había superado a mí misma.
En los ensayos, recuerdo cuando me ponía los patines y todo desaparecía. Era solo la pista y yo. Recuerdo los golpes y porrazos que me dí. También recuerdo cuando quería darme por vencida, y decir que no podía hacerlo. Cuando mis amigas me alentaban a seguir. Gracias a ellas pude avanzar. Patiné 9 años de mi vida. Me encantó, me encanta y me va a seguir encantando ese deporte. Recuerdo a mi querida profe Nadia, que me quería dar cada vez más dificultades, pero yo las tomaba como un reto, una forma de superarme a mí misma. Recuerdo cuando podía hacer figuras como esta tan fácilmente...
Es difícil ahora. Después de tanto tiempo sin patinar, ahora es como si fuese nueva en esto. Me arrepiento de haber dejado. Pero voy a empezar otra vez. Y voy a superarme. Como lo hacía todos los años en los actos del colegio.

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